¿Hay libertad o todo está determinado?

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Problema y solución de la tercera antinomia de Kant en la Crítica de la Razón Pura

La libertad es uno de los temas más abordados en el estudio de la filosofía, sobre todo en los tratados de la filosofía práctica como la ética y la política. Nos cuesta pensar el obrar humano sin actos libres, pues no es posible hacer juicios sobre lo bueno y lo malo sin una conciencia que sea capaz de actuar por sí sola. Si no pudiésemos decidir nuestras propias acciones, tampoco podríamos decir que esos actos estuvieron bien o mal. Simplemente podríamos afirmar que así son, pues no hay otra manera de hacerlos.

Sin embargo, nadie ha visto, sentido u olido la libertad. Es un concepto que solo parece existir en nuestras mentes. ¿Cómo podemos hacer estudios sobre la libertad si no tenemos una certeza de que exista? Todo en la naturaleza parece tener su causa establecida y nada actúa si no se sigue una ley física, química o biológica ¿Por qué el ser humano debería ser la excepción? Es por ello que hay posturas que niegan la posibilidad de que exista la libertad, atentando contra el terreno de la filosofía práctica.

Immanuel Kant tiene una postura ante todo este conflicto, una respuesta completamente novedosa que significó una revolución en la manera en que entendemos la ética.

¿Qué es la causalidad?

Pero primero hay que entender unos conceptos básicos. Cuando hablamos de libertad y determinismo, estamos hablando causalidad: la relación que existe entre los sucesos. En una relación causal tenemos por lo menos dos sucesos. Uno que va antes y que provoca otro suceso, al que llamaremos causa. Y otro que va después y que es provocado por el anterior mencionado, que se le llama efecto. La causa siempre va temporalmente antes que el efecto y deben tener una relación. Si no hay tal relación, no se puede hablar de una causalidad.

Supongamos que empieza a llover y el piso del patio se moja. Aquí hay una relación de causalidad. Primero comenzó a llover y luego se mojó el patio. La lluvia fue la causa y el patio mojado fue su efecto. Puede que haya pasado un pájaro volando antes de que se mojara el patio; temporalmente sucedió antes pero no por ello fue por lo que se mojó. La relación de causalidad solo la tiene con el suceso de la lluvia.

Los filósofos suelen escribir la causalidad de esta manera: Si está lloviendo, entonces el patio está mojado. A esta figura lógica se le conoce como condicional o, como prefería llamarlos Kant, juicio hipotético.

Los efectos también pueden ser causas de otros efectos. Por ejemplo, si el piso se moja, entonces la tierra escurre. Así mismo, las causas también pueden ser efectos de otras causas, la lluvia es causada por la evaporación de los cuerpos de agua: si se evaporan los cuerpos de agua, entonces llueve. A este concatenamiento de sucesos como causas y efectos se le conoce como serie de causas.

El determinismo y la libertad son dos formas distintas de entender estas series de causas. En una serie causal determinista, todo suceso presupone un estado previo que siguen necesariamente alguna regla, estas reglas las conocemos como leyes de la naturaleza. Por otro lado, una serie causal libre debe tener una facultad capaz de iniciar por sí misma una serie de sucesos, por lo que no puede estar causada por nada, sino que es causa en sí misma y no es efecto de ninguna otra causa (KrV, A444/B472).

A favor de las causas libresa favor de las causas determinadas
Las leyes de la naturaleza no son las únicas que derivan todos los fenómenos del mundo. Hay otra causalidad, la libertad.No hay libertad. Todo cuanto sucede en el mundo se desarrolla exclusivamente según leyes de la naturaleza.

El conflicto Libertad vs. Determinismo.

Las posturas a favor de la libertad y a favor del determinismo se oponen entre sí. Los que están a favor de la libertad piensan que las leyes de la naturaleza no son las únicas que derivan todos los fenómenos del mundo; tiene que haber otra causalidad: la libertad. Los que están en contra de esto y a favor del determinismo niegan la libertad, pues todo lo que sucede en el mundo sigue exclusivamente las leyes naturales. Revisemos los argumentos (KrV, A444/B472-A447/B475).


A favor de la libertad.

1.

Si todo suceso obedece las leyes de la naturaleza, entonces todo suceso supone un suceso previo que obedece una ley natural.

2.

Si ese suceso siempre ha existido, entonces no puede haber un suceso posterior, el ahora. Por lo tanto, el suceso previo no es eterno y hubo un tiempo en el que antes no existía.

3.

El estado previo también presupone otro estado previo y así sucesivamente. Nunca hay un primer comienzo y jamás se completa la serie de causas unas derivadas de otras.

4.

Se debe suponer una causalidad no determinada por leyes de la naturaleza, que inicie una serie de sucesos por sí misma: la libertad.


A favor del determinismo

1.

Si la libertad es un inicio espontáneo de la serie de causas, entonces no hay un estado previo que siga leyes físicas.

2.

Si el suceso libre es un inicio de acción, se debe suponer un estado en que no se actúa, para distinguirlo del estado en el que sí se actúa.

3.

El estado en el que no se actúa es en sí un suceso previo al suceso libre y espontáneo.

4.

Si hay un suceso previo, entonces no es libre y espontáneo. Por lo tanto, no hay causas libres, sino solo determinados por leyes naturales.


¿Pero qué piensa Kant de todo esto? ¿Está a favor de que debe haber causas libres o considera que todos los sucesos están determinados? Respuesta corta: A ninguna de la dos. Para Kant, lo que tenemos aquí es una antinomia: dos tesis que, por sí solas están libres de contradicciones y son completamente racionales, pero opuestas entre sí. Como se oponen, solo una de ellas debería ser verdadera, pero ambas tienen fundamentos que gozan de la misma validez y necesidad (KrV, A421/B449). Este debate es producto de un vicio de la razón y de querer sobrepasar sus límites.

¿Qué es lo que causa la antinomia?

Primero hay que entender como funcional el conocimiento según Kant. Tenemos tres facultades:

  1. La sensibilidad: En la cual percibimos los objetos del mundo a través de los sentidos mediante representaciones que llamamos intuiciones (KrV, A19/B33).
  2. El entendimiento: Con la que pensamos los objetos del mundo. Unimos las distintas intuiciones de la sensibilidad en una sola representación, el concepto (Ibídem).
  3. La razón: Con la que hacemos inferencias. Tomamos los conceptos del entendimiento y generamos conceptos nuevos sin depender de la sensibilidad (KrV, A299/B356-A304/B360).

Todo conocimiento empieza por la sensibilidad, pasa por el entendimiento y termina en la razón (KrV, A298/B355).

La razón tiene la particularidad no conformarse con el conocimiento particular de las cosas como la sensibilidad o el entendimiento, sino que llegar un conocimiento universal a través de la especulación. Como un niño pequeño que a toda respuesta que se le dé sigue preguntando “¿Y por qué?” Y para ello tiene que desprenderse de las limitaciones que le imponen sus hermanas. Ya no puede depender de lo que le otorga la sensibilidad. Rebasa la experiencia y genera sus propias representaciones, las cuales Kant denomina como Ideas (KrV, A320/B377).

Este uso de razón especulativa es peligroso en la pretensión de adquirir conocimiento, pues determinamos la verdad de un saber si la representación que hacemos de ella es conforme con su objeto (KrV, A58/B82). Si nos desprendemos de los objetos del mundo, ya no tenemos nada en que basar la veracidad de nuestras representaciones.

En el caso de nuestra serie de causas. Es perfectamente válido extenderla hasta el infinito buscando una causa incausada, una condición que no esté condicionada (KrV, A325/B326). Pero ninguna conclusión a la que podamos llegar va estar basada en la experiencia, por lo que no podemos aceptarla como conocimiento verdadero.

La antinomia surge de dos modos de entender lo incondicionado (KrV, A417/B445):

1. Como una serie entera en la que todos los miembros son condicionados a una totalidad incondicionada e infinita. En el determinismo, los miembros condicionados son todos los sucesos de la serie de causas infinita y su totalidad incondicionada es la ley natural.

2. Como una serie de miembros condicionados a un solo miembro que no depende de condición. La libertad es este miembro que no depende de condiciones, mientras que la serie de sucesos son los condicionados.

¿La razón entonces solo nos dice mentiras? Pues no, simplemente así es su funcionamiento. La razón no nos está dando contradicciones o incoherencias. El problema es que no podemos respaldar ese conocimiento en ningún objeto de la experiencia, y por tanto no se puede decir que es verdadero.

Entonces, si no hay libertad ¿Kant rechaza la posibilidad de la ética y la filosofía práctica? Tampoco, hay una forma distinta en la que se puede abrir una posibilidad al concepto de libertad.

Solución a la antinomia y la posibilidad de libertad

ADVERTENCIA: Esta explicación puede provocar algunos dolores de cabeza, pero no te desanimes si no le entiendes a la primera, los conceptos manejados aquí son tan abstractos que pueden hacer patinar hasta al más docto (y también talvez no fuimos tan hábiles de exponerlo de una forma más amena).

Como se mencionó anteriormente, todo nuestro conocimiento depende la sensibilidad. A ésta le son dadas las representaciones a través de los sentidos, que luego son recibidas por el entendimiento para generar los conceptos. Al acto de recibir representaciones le llamamos intuir y al acto de generar los conceptos le llamamos pensar.

Esto quiere decir que todo nuestro conocimiento está determinado por las estructuras previamente establecidas con las que experimentamos el mundo. Estos objetos de la intuición sensible Kant los llama fenómenos, por lo que nuestra forma de conocer el mundo es fenoménica (KrV, A20/B34).

Por ejemplo, todo lo sensible lo tenemos que percibir en un tiempo determinado, pero el tiempo no es una propiedad de los objetos ni existe como tal en el mundo, sino que es la forma en que la percibimos las sensaciones. Esto puede parecer chocante para algunos, y Kant da sus argumentos para defender esta postura (en KrV A30/B46-A41/B58 para los curiosos), pero su exposición excede los propósitos de este artículo. Por el momento, conservemos esta premisa en mente pues será fundamental para argumentar a favor de la libertad.

El entendimiento no puede intuir, solo generar conceptos mediante las representaciones que le otorga la sensibilidad. Es por ello que no podemos pensar las cosas en sí mismas, sino solo como nos la manifiesta la sensibilidad, de manera fenoménica. Si pudiéramos intuir de una forma distinta a la sensible, talvez tendríamos un conocimiento de las cosas en sí mismas. Este conocimiento no sería fenoménico pues sus objetos no serían sensibles sino inteligibles. Estos objetos, en lugar de ser fenómenos serían noúmenos (KrV, B306).

Esta distinción permite comprender la causalidad desde dos puntos de vista distintos, una desde lo sensible y otra desde lo inteligible (KrV, A538/B566). La causalidad desde el punto de vista sensible corresponde a la postura del determinismo, pues todo ocurre bajo leyes naturales y en orden temporal estricto. Siempre y cuando no abusemos del uso de razón, queriendo llegar a una condición incondicionada, y nos apeguemos a los límites establecidos por la sensibilidad, el determinismo explica suficientemente todos los fenómenos.

Sin embargo, los fenómenos no son las cosas en sí mismas, sino solo sus formas de aparición sensible. Al ser solo la manifestación de la cosa en sí, deben poseer fundamentos que no sean fenómenos. Por lo que hay causalidades que no son fenoménicas, sino inteligibles, y estas son el fundamento de las causas que sí son fenoménicas.

¿Recuerdas que establecimos que el tiempo no está en las cosas, sino que es una condición para experimentar los fenómenos? Pues por ello mismo, esta causalidad no tiene por qué estar sometida a las condiciones temporales, pues el tiempo es algo que solo condiciona a los fenómenos (KrV, A540/B568). Esta causalidad puede iniciar efectos que nosotros percibimos temporalmente, pero no por ello algo suceda temporalmente en ella (KrV, A541/B569). No hay un antes ni un después, ni un comienzo ni fin, nada sucede en ella y no sufre cambio alguno, aunque nosotros lo veamos fenoménicamente así.

Este argumento es sumamente contraintuitivo y muy difícil de imaginar, pues estamos muy acostumbrados a pensar los sucesos de forma temporalmente ¿Pero no crees que no tiene mucho sentido hacerle críticas a algo por condiciones que no tiene? Así pasa con la libertad, la crítica que dice que está implícito un suceso previo antes para que inicie su actuar no aplica para ella por que el tiempo no la afecta.

De esta forma la libertad y las leyes de la naturaleza no se contradicen, sino que coexisten en los mismos actos (KrV, A541/B569). Las leyes de la naturaleza pueden ser estudiados por las ciencias naturales y la libertad por la filosofía práctica y la ética sin ningún problema, con sus respectivos métodos rigurosos. Pero si eres observador, te darás cuenta que hay otro problema: Si no podemos intuir los objetos inteligibles, sino solo los sensibles ¿Cómo es que podemos estudiar algo como la libertad?

Por ello te invitamos al seminario de Crítica de la Razón Pura: Analítica Trascendental donde estudiamos el fundamento que da origen a las antimonias.

Referencias

Kant, Immanuel. Crítica de la Razón Pura, Gredos, 2010, Trad. Pedro Ribas.

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